Venta del Puerto no es solo el nombre de nuestros vinos más emblemáticos, es también parte de nuestros orígenes. Este es el nombre de la finca que se encuentra en una encrucijada estratégica entre dos antiguos reinos musulmanes: el de Valencia y el de Murcia. El primero fue reconquistado por Jaime I en 1239 y el segundo por el rey de Castilla, Fernando III el Santo en 1243.

El nombre de esta finca cuenta con una larga historia. En la biblioteca creada en Florencia bajo los auspicios de Lorenzo de Médicis “El Magnífico”, allá por el 1450, puede verse hoy en día en la sala de mapas del Palazzo Vecchio, un mapa de la península ibérica donde ya aparece el nombre de “Venta del Puerto”.

En mayo de 1532 Claude de Bronsenbal menciona ya esta venta en su “Peregrinatio Hispanica”: “…y luego de subir un monte pedregoso encontramos una vieja casa o venta donde los viajeros se reponen, pagando en dinero, el buen vino que sirven. Allí está la salida del Reino de Valencia y la entrada en el de Castilla…” (original en latín, traducción libre).

A partir de 1543, es cuando por primera vez un español, Pedro de Villuga, refleja el nombre de Venta del Puerto en sus escritos. Desde entonces, encontramos varios testimonios donde se cita a esta finca.

Por todo ello, podemos concluir que Venta del Puerto se edificó en la primera mitad del S. XV.

La función de esta finca a lo largo de su historia ha ido cambiando. En primer lugar, “Puerto seco” o también llamado puesto de aduanas por el paso obligado, donde los guardias armados recaudaban los peajes e impuestos entre los reinos de Valencia y Murcia.

A continuación, fue un lugar de hospedaje. La palabra venta describe un lugar de alojamiento que está en despoblado. Como recuerdo, en la actualidad quedan en la Venta, perfectamente conservadas, dos bancas a ambos lados de un fuego de suelo, donde dormían los arrieros o conductores de diligencia y todo arropado bajo una gran chimenea cuya base tiene 3,5 m x 3,5 m y cuyo tiro atraviesa las tres alturas que tiene la Venta: 15 m. Las habitaciones adosadas aún mantienen sus distribuciones para pernoctar toda una familia manteniendo cierta intimidad entre sus miembros.

Finalmente, queda una antiquísima bodega de la que se conservan un lagar y pocos elementos más, pero se mantiene la tradición oral de ser depositaria de excelentes caldos que consumía y traficaba desde la Edad Media procedentes de sus prestigiosos viñedos, que no reciben más agua que la caída del cielo.

Desde 1854, los propietarios de esta finca son de la misma familia y han procurado mantener las estructuras externas: fachadas y ventanas; e internas: distribución de habitáculos, techos… tal y como estaban en el medievo. Las comodidades modernas como el agua, calefacción o electricidad se han disimulado para disfrutarlas sin perder el sello de lo antiguo. Además, las dependencias necesarias para albergar la maquinaria moderna de una viticultura mecanizada al completo han guardado la armonía más cuidada y exquisita con el fin de no perturbar el conjunto de Venta del Puerto.